29 de marzo de 2009

Únicamente las 'Chocolate Hills'

Si hubiera sido el director de “El Señor de los Anillos (I, II y III)” que no dude el posible lector que alguna de las espléndidas localizaciones de la película hubiera sido en el sugerente paisaje de las ‘Chocolate Hills’, como son llamadas y como el poder político de la isla de Bohol (Filipinas) quiere que sean conocidas.
Una rápida mirada a las fotografías con la mente puesta en la película: ¿Tienen un sitio estas instantáneas en el universo creado por Peter Jackson?. ¿Podrían ser, por ejemplo, el paisaje natural de los hobbis?. Su momento cumbre de particular belleza parece ser mayo, cuando alcanzan el color que las ha movido y lanzado más allá de sus fronteras.
A este viajero insatisfecho le pareció ‘sugerente’ la visión del entorno que conforma esta multitud de promontorios, coralinos ellos, si se atiene a las explicaciones grabadas ‘in situ’ a modo de orientación. Un paisaje diferente, lleno de misterio en plenas Visayas (Así le llaman a estas céntricas islas filipinas).
Mil doscientas sesenta y ocho (1268) elevaciones repartidas en tres distritos de la isla y 214 escalones se precisan subir en uno de los cúmulos (destrozando, así, su virginidad natural) para poder observar el resto.
¡Cifras, cifras!.
Siempre son curiosidades y más cuando en uno de los casos (los escalones) el mochilero se entretuvo en contarlos. La otra cifra habrá que agradecérsela a Michael, el conductor que, resignado, le aguantó y llevó.
Pensaba enseñar a este mequetrefe otras plazas que completaban su ‘paquete turístico’, de tonterías y engañabobos, pero se lo prohibió.
- No. Únicamente las “Chocolate Hills.

¡¡Gracias, Michael!!.


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23 de marzo de 2009

'Pakistani man'

Rompió la tranquilidad del barco. No sabe dónde había estado hasta entonces pero cuando este 'pakistani man' apareció en la cubierta del enorme barco que hacia la ruta de Manila a Cebú (segunda ciudad de Filipinas), muy fieles a su peculiar estilo, los filipinos -ágiles- se reunieron como obreras abejas alrededor de su reina.
Era mpresionante ver al hombre, torpe, con una necesaria sobresuela en un pie, por tener una pierna más larga que otra, con su altura desproporcionada y su inocente cara. Tal vez demasiado inocente y limpio su rostro para aquel cuerpo exagerado. Su mirada perdida y un principio de sonrisa permanente completaban un especial semblante.
Al dia siguiente este viajero insatisfecho supo que la presencia del segundo hombre más alto del mundo-mundial había sido noticia televisiva en Filipinas.
Incrementa, si cabe, el valor de la experiencia vivida.
Desconoce la misión de este su-viaje a las 7.000 islas. ¿Quizás cristianizarse en este católico país?. ¿Huiría del suyo semi destrozado por los actos sangrientos?.
Levantó, sin perder su inocente semblante, los dedos haciendo la V de victoria cuando sus improvisados fans -ávidos de fotografías- se lo pidieron y acarició, con cierta ternura, a una niña filipina que en el tumulto se puso a su lado.
Rompió la tranquilidad, pero ganó voluntades para alguna particular causa.

Seguro.
[No es una 'noticia de alcance', sucedió hace algunos días].

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19 de marzo de 2009

¡Caótica Manila!

Si el viajero insatisfecho viene a Filipinas y en su mochila aparece el libro “Noli me tangere”, de José Rizal, o viene documentado o tiene la ‘joia’ suerte del principiante.
[Viene documentado].
Rizal es un ídolo, es un mito en Filipinas. Calles, plazas, estatuas, asociaciones, edificios, jardines, retratos y monumentos. Todo lo que tenga que ver con el filipino de a pie es susceptible de llevar su nombre.
Mira el libro -su portada- y el retrato de José Rizal que aparece en él, le hace pensar en un ‘quijote-cabreado’, abandonado de su ‘sancho’. Un ‘quijote’ del siglo XIX que tiene aspecto de ser un inocente perdedor, una vil consecuencia de una España decadente y de un generalato español incompetente. Luce, además, “lorquiano” y un destino parejo.
Manu Leguineche (que grande!) prologa el libro y se auto promociona como admirador. Este ‘leonés de ribera, y viajero’, sin ganas de leer a un mito, aunque si a un ingenio de mordaces palabras, recuerda -después- su paseo por el exterior de las murallas de Intramuros (antigua Manila) donde los filipinos han expuesto sus contradicciones y su caótico ‘mix' continuo: las estatuas de Geoge Washington y Ninoy Aquino, recuerdos a José Rizal, estatua de Legazpi y un despreciable campo de golf.
Menudo ‘cacao mental’ tienen los filipinos!
¡Caótica Manila!, una ciudad que conocen los ‘homeless’, niños de la calle y taxistas veteranos.
¡Caótica Manila!, que palpó todas las contradicciones históricas.
¡Caótica Manila!, necesitada de inversiones, para invertir la tendencia de su polución progresiva, cuasi-irrespirable.
¡Caótica Manila!,....

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14 de marzo de 2009

La familia real filipina

Hasta el agua puede labrar en la roca calcárea cosas sin igual. A veinte metros bajo tierra, esta mujer impúdica aguardaba el viajero insatisfecho, fría y oscura, vigorosa y -hasta cierto punto- pantagruélica. De repente, mientras golpeaba con el dedo índice la cámara, experimentó la placentera sensación de estar viviendo algo real.
Al salir de la cueva pudo leer en una postal souvenir “The porn cave”. Cuatro pequeñas instantáneas reproducían al rey, la reina, el príncipe y la princesa. Sólo pudo conocer a la reina (cree que también al rey), su necesario y obligado guía no le mostró todo el elenco familiar.
La imaginación es sorprendente.
Para llegar a ella (a la reina) y disfrutar de sus calcáreas carnes, nada de barandillas, escalinatas cementadas o pasadizos iluminados. Desde la humildad, el mochilero cree que accedió en el más elemental -aunque sencillo- estilo espeleológico.
(Por cierto, no ha mostrado el lugar exacto por si alguien quiere conocer a la familia real filipina: Es la famosa Sumaging Cave, en Sagada, norte de la Isla de Luzón, Filipinas).

Entrada de Sumaging Cave.

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10 de marzo de 2009

¿No tendrán una miserable vida?



No sabe el por qué de la tradición en Oriente de masticar betel, pero el pueblo ifugao, originario y asentado en el norte de la isla de Luzon (Filipinas), también cumple con ese ritual. Es uno de los pueblos antiguos de las islas, y mantiene viva la tradición de cultivar el arroz en impresionantes terrazas milenarias.
Siempre sorprende ver esos labios y dientes rojos que sugieren falta de higiene, aun sospechando también que pueden ser producto de la masticación de betel.
Este viajero insatisfecho ha conseguido ver la planta original (muy parecida a la palmera datilera), ha tenido el fruto en sus manos y se ha sorprendido de su transformación en tremendos salivazos rojizos en el suelo. En tagalo (idioma oficial de Filipinas) se escribe “buñga”, y el sonido que les sale de sus gargantas es bastante impronunciable.
No pudo resistir la tentación de fotografiar a esas ancianas masticadoras de betel, vestidas con tradicionales trajes ifugaos, y colocadas en el lugar intencionadamente para que el turista lance su objetivo hacia ellas. No suele caer en la tentación, pero en esta ocasión hizo una excepción (!!ha hecho tantas!!).
Pensó: “Me van a sacar unas monedas, pero estas ancianas, ¿no tendran una miserable vida?.

Y pulsó el botón de la cámara.

El viajero sigue vivo. Pensativo, pero vivo.

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6 de marzo de 2009

Los tránsitos, también son viaje

Nada que objetar a una soporífera estancia, en el también soporífero tránsito, en el aeropuerto de Doha (Qatar). Excepto por cuatro panuelos en la cabeza; un burka fino de seda negra cubriendo el rostro de una mujer solitaria; treinta o cuarenta turbantes a cuadros -unos veinte blancos-; una mujer ataviada con un inmenso velo que dejaba ver solamente los ojos, que empujaba un super-carro de bebe (con baby incluido); el paso de un aparente jeque rodeado sospechosamente de tres o cuatro mujeres que le seguian con cierta ligereza,….., este viajero insatisfecho no podría decir que estaba en un aeropuerto arabe.
Un -en apariencia- “cantinflas mexicano” (al viajero le hizo recordar alguna de sus películas) disfrazado de moro, con un largo panuelo caido sobre un lateral del pecho que se elevaba y rodeaba la cabeza para caer de nuevo y pasar debajo de la barbilla, y luego expulsado hacia la espalda con desgana desmedida, fue la imagen mas simpática de los observados pasajeros.
No hubiera sido lo mismo, sin ese “cantinflas moro”, la estancia de este mochilero en Doha. Los aeropuertos de tránsito se convierten en odiosos.
Llega uno, y se va.
Pasea, y la huída se antoja lejana.
Observa, y el aburrimiento hace que la imagen no se consolide.
Qatar no ha entrado en la mente de este mochilero.
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