26 de diciembre de 2014

El infierno, en época reciente

El nuevo viaje es inminente. El otro día estuvo oteando en la librería “De viajes” (han cerrado su preferida: Altäir) y encontró la guía que necesitaba. En la contraportada, se podía leer “bienvenidos a un país con una historia inspiradora y a la vez terrible, y un futuro todavía en construcción. En este país se podrá ascender al reino de los dioses en Angkor Wat, o descender al infierno de los jemeres rojos y a su máquina de matar”.
Todos los lectores conocerán ya el destino del viajero insatisfecho: Camboya.
Es, sin duda, uno de los lugares que ansiaba disfrutar desde hacía mucho, mucho tiempo pero su insistencia en seguir descubriendo y palpando la realidad africana se lo había impedido. Ha llegado el momento de hacerlo pero no sabe a ciencia cierta si es ‘su momento’. Lleva su mochila emocional cargada de sentimientos y no precisamente son los mejores acompañantes de la ruta. En todo caso, lo hará.
Seguro que la gente simpática camboyana de la que todo el mundo tan bien habla, harán de su estancia allí un recuerdo imborrable.
Es uno de los sitios donde va más documentado. Ha tenido tiempo de ojerar varios ‘blogs’ pero aún no sabe si le ha venido bien a sus ilusiones, o todo lo contrario. Sueña con un empalago -aunque no hastío- de los sentidos, con las motocicletas zumbando por las callejuelas de las grandes poblaciones, con los inmensos mercados -o los mercados callejeros- desprendiendo olores penetrantes y, como no, con un cierto aroma de supervivencia o -diría más- de explotación y pobreza.
Volará en fin de año, e iniciará el nuevo en un tierra diferente aunque no hostil.



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1 de diciembre de 2014

Emperador etíope

Trono del emperador Haile Selassie, en el Museo Nacional de Ethiopía

En su penúltimo día de estancia en Etiopía, el viajero insatisfecho visitó, en Addis Abeba, el Museo Nacional. Que nadie se imagine un ‘museo del louvre’ o un ‘museo del prado’. No, no, algo muchísimo más humilde y discreto pero para el pueblo etíope muy importante. Allí se guardaba el auténtico trono de Haile Selassie, el Emperador etíope, autoproclamado ‘Rey de reyes’. Cuatro palabras para hablar del Emperador de Etiopía, tomadas prestadas de Kapuscinski, uno de los periodistas-viajeros mito, que conoció al detalle el acto de su coronación:

  • Etiopía era un país extremadamente pobre, una tierra feudal, atrasadísima. Vivía en un verdadero y profundo medievo. La esclavitud era una realidad todavía muy concreta. Y el Emperador, en algunas cosas un hombre moderno, era de veras una figura surgida directamente de esa Edad Media. Su poder era despótico y absoluto. Sus costumbres, sus vestidos, su protocolo eran propios de una corte medieval. Haile Selassie sabía que no podía desafiar a su aristocracia. Formaba parte de ella, aquellos feudatarios eran el pilar de su poder: el Emperador ni podía ni tenía intención de cambiar las instituciones feudales de Etiopía. Era un hombre despiadado: quien se oponía a él, era condenado. Quien desafiaba al Emperador era asesinado. Tras el intento de golpe de Estado de 1960 (promovido por su Guardia Imperial), su represión no conoció la clemencia: mató a todos los rebeldes, incluidos sus colaboradores más cercanos” (Ryszard Kapuscinski).
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