20 de noviembre de 2015

Aquel templo hindú en Trincomale

-Fuerte Frederick / Trincomale-

Siempre le llama la atención el exceso o, al menos, el mucho papanatismo religioso que hay en determinados sitios. Y, sencillamente, en los territorios en los que domina la religión hindú o la budista al viajero insatisfecho le parece especialmente sangrante. Sobre otras religiones en este ‘post’ no quiere pronunciarse aunque, sin duda, tienen elementos muy parecidos si no iguales.

-Buda-

Dentro del fuerte Frederick, en la ciudad de Trincomale, la mezcla de funcionalidades y especialidades era realmente llamativa. A la entrada, una vez cruzado el antiguo arco portugués (u holandés pues éstos se lo usurparon a los portugueses a mediados del siglo XVII) había un acuartelamiento con soldados haciendo guardia y barracones repletos de personal militar. No muy lejos, un monumento a Buda, éste erguido, adoptando una de sus habituales posturas (mano levantada saludando o dando parabienes ¡quién lo sabe!) y mirando fijo a la bahía frente a la ciudad. Continuando por el fuerte entre árboles centenarios (¡que maravillosa sombra proyectaban!) y después de una pronunciada subida, el templo hindú Kandasamy Kovil dedicado al dios Siva (sí, ese que tiene más brazos que un saltamontes patas) con la misión de proteger la isla de Sri Lanka de desastres naturales. Como siempre.

-Dios Siva, a la entrada del templo-

Llamaba la atención el emplazamiento del templo, la gran cantidad de peregrinos y, en especial, el mercadeo, o ‘tiendeo’, o ‘compreteo’ en sus alrededores. Alguno que lea esto dirá: ‘lo mismo pasa en Lourdes’, y el mochilero lo sabe, pero, ahora, quiere mostrar esa incomprensión por el papanatismo allí encontrado, aunque menor, incluso, que el que recordaba de India. El camino que llevaba al templo, una vez en la cima, estaba bordeado de tenderetes a ambos lados. Todo se vendía. Fruta, bebidas, golosinas, amuletos, ofrendas, guirnaldas chinas, velas, piedras de todo tipo, abanicos chinos, bandoleras chinas, cuadros chinos, fetiches, sombreros, flotadores de plástico chinos, chinos, chinos y más artículos chinos. Era más lamentable y peor incluso, si esto fuera posible, que la invasión de baratijas chinas en España. Un mercadeo de ‘todo a cien’ que chirriaba a los oídos y deslumbraba los ojos. Pero así eran las cercanías de los templos hindúes famosos o los más frecuentados por los peregrinos de todo el país. Y no llegó en el momento de mayor acumulación de gente. Cuando subía a la cima se encontró mucho sari femenino bajando. La puja (oración) ya había finalizado. Aún así, el lugar desprendía multitud.
-Camino de acceso al templo, repleto de tiendas-

Compró agua, un mango verde troceado, salpicado de sal-chili (un agradable sabor agri-dulce-picante que ya había descubierto en Camboya) y, descalzo como todos, abordó el templo con la curiosidad como única justificación.


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5 de noviembre de 2015

Escritos en tres idiomas

-De arriba a abajo: tamil, cingalés e inglés (en zona tamil)-

No sabe si era una cuestión pactada o si era algo exigido por los tamiles al gobierno central, de mayoría cingalés, pero la problemática por la diversidad cultural en el país (Sri Lanka) se veía compensada por esta ¿solución?, o quizás ¿término temporal?. No lo sabe. En todo caso, ¿qué solución?. La de colocar la información en los tres idiomas más influyentes del país. Además, idiomas muy diferentes porque incluso los caracteres alfabéticos eran distintos.
No hacía muchos años el país había superado una terrible guerra civil. En concreto, los ‘tigres tamiles’ se levantaron contra el gobierno de Colombo (de mayoría cingalés) y plantearon una revolución cruenta para conseguir la independencia del norte de la isla, de mayoría hindú e influenciados o procedentes de India. El viajero insatisfecho visitó Jaffna, capital de los tamiles al norte, y pudo comprobar alguno de los efectos de la guerra. Pero lo que desprendían estas fotografías era una ¿solución?. No cree que sea así para una problemática mayor, pero al menos si parecía ser una consecuencia. Pobre, sin duda, pero consecuencia de aquellos muchos años de lucha. Espera, sin duda, que haya habido otras de mayores arrestos. Tanto en el norte como en el sur, en el este o en el centro este mochilero pudo observar -nada especial pero si reiterativo- aquellas modernas placas colocadas en las principales calles de las ciudades, y a veces no tan principales. Las alertas de tsunami -más bien una necesidad que una concesión- aparecían también en los tres idiomas del país (tamil, cingalés e inglés).
-De arriba a abajo: cingalés, tamil e inglés (en zona cingalés)-

Y creedle que si no fuera por algún sari (vestido tradicional de las mujeres hindues) más en el norte que en el resto del país, no había forma de distinguir a unos y a otros. Un viaje de veinticinco días tampoco daba para mucho más, pero si pudo palpar esa solapada unión entre todos los isleños. ¿Con algunos problemas de integración?. Seguro, pero nada evidenciaba las pasadas disputas por religión y territorio. Desde fuera o desde la superficie, daba la sensación que el pueblo ‘srilankés’ había iniciado el siglo XXI mirando al futuro.

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