16 de abril de 2008

El kudú


Nada que ver con las vacas que crecieron a la par con el viajero insatisfecho. El animal más salvaje que pudo ver durante sus primeros años de vida.
Sus lejanos días infantiles.
El kudú es el símbolo del Parque Nacional Kruger (Sudáfrica). No lo es el fiero león, ni el poderoso elefante, ni el imponente rinoceronte negro. El kudú es como la salvaje naturaleza, como los animales que acampan por la sabana, como este viajero: asustadizo y libre. Viste rayas discretas, nada que ver con las folclóricas de las cebras, ni -en el otro extremo- con las inapreciables del impala.
Hay muchos. Se vislumbran a lo lejos, pero en cuanto el coche se detiene y el ávido viajero apunta la cámara, o permanecen inmóviles o salen huidizos hacia la espesura. Es muy bello el kudú, con ese cuerpo en apariencia fibroso, sin la agilidad de un impala pero con la fuerza en la carrera de un depredador.
Y es herbívoro.
Sus cuernos en espiral y fuertes tienen la fuerza visual de algunos de los mejores momentos de la película King-Kong, versión antigua (1933). No pregunten a este mochilero -por un día convertido en voraz turista- el por qué.
Como alma-animal huidiza que es en su llanura selvática, no pudo captar una buena fotografía. La que muestra es la mejor, lograda aprovechando el zoom de su humilde cámara, con la calidad que, tal vez, no sea la apropiada para los muy admirados y expertos fotógrafos de la blogosfera.

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